jueves, 22 de noviembre de 2007

Legítima defenza

Señor juez:

Requiero ser en esta instancia mi propio abogado puesto que soy yo quién aparentemente conoce más sobre los hechos ocurridos, sin aún conocer su jerga legal y complicada he de alegar legítima defensa en cuanto al asesinato antes cometido y narrado a continuación.

El me miraba cada día con desprecio, me acosaba con sus pensamientos oscuros sobre la vida, me inculcaba esa idea de que el mundo no es más que un lugar vago y la vida una instancia pasajera en la que no sirve de nada trascender, todas las noches me hacía pensar en la soledad, me hacía sentir solo diciendo cosas a mi oído, aún yo sabiendo que estaba acompañado caía en su juego cruel sin ver salida aparente, se acostaba conmigo en mi cama y no me dejaba dormir recordándome todos los hechos que alguna vez me causaron pena, todas las veces que me han fallado, vivió años atormentándome, convenciéndome de que yo no era nada, de que lo que me demostraban quienes me rodeaban era sino más bien falso cariño aunque así no lo fuera, cuando entraba al baño, al mirarme al espejo el me mostraba cada vez lo feo que era, cada mañana me sacaba al patio a cavar un hoyo del cual después no iba a poder salir, cada día la convivencia con el se hacía más difícil, hasta que un día sin previo aviso mientras me atormentaba como siempre en el baño no soporté más, lo tomé y lo llevé a la cocina y clavé en su corazón el cuchillo afilado que usaba para cortar la carne dándole una muerte rápida e indolora y causando dolor a todos quienes lo rodeaban y lo querían, a todos quienes lo apoyaban y creían en el.

Sé, su señoría, que los hechos no justifican el acto y estoy conciente y arrepentido de que he obrado mal. No serviría de nada una condena mayor a la que he recibido de mi parte, no pido absolución legal pero si que considere no darle más carga a la que lleva mi familia, si lo hice, fue por que no resistí más y está claro que desde aquí abajo ya no me puedo redimir, el corazón me duele intensamente todos los días por esa herida que causó el cuchillo carnicero que penetró en mi. Ahora más que nada y sin más que decir, le rogaría me disculpara pero no puedo seguir escribiendo debido a que como usted ya bien sabe y todos los que estuvieron presentes en mi despedida, estoy en una prisión algo estrecha y los seis pies de tierra sobre mí ejercen una presión que me incomoda.

Atte: Benito Depreso.